Taro entró en la habitación, con los mechones de pelo sueltos de la corbata que llevaba en la nuca y el sudor pegándole la camisa color crema al pecho y la espalda. Desearía tener la habilidad de un artista y poder retratarlo en todos sus estados de belleza. Él nunca querría verlas, ni siquiera conocerlas. Sólo me gustarían para mí. Tal vez quisiera verlos cuando fuera mucho mayor y bello de otra manera.