Había un cuento que había leído una vez, hacía mucho tiempo, cuando era pequeño: la historia de un viajero que había resbalado por un acantilado, con tigres devoradores de hombres encima de él y una caída letal debajo, que consiguió detener su caída a mitad de camino por la ladera del acantilado, agarrándose para salvar la vida. Había un grupo de fresas a su lado y una muerte segura encima y debajo de él. ¿Qué debía hacer? Y la respuesta fue: Comerse las fresas. La historia nunca había tenido sentido para él de niño. Ahora sí.