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  • Imaginemos un mundo en el que generaciones de seres humanos llegan a creer que ciertas películas fueron hechas por Dios o que un software específico fue codificado por él. Imaginemos un futuro en el que millones de nuestros descendientes se asesinen unos a otros por interpretaciones rivales de La guerra de las galaxias o Windows 98. ¿Podría haber algo más ridículo? Y, sin embargo, no sería más ridículo que el mundo en el que vivimos.