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Un hombre verdaderamente humilde es consciente de su distancia natural de Dios; de su dependencia de Él; de la insuficiencia de su propio poder y sabiduría; y de que es por el poder de Dios que es sostenido y provisto, y que necesita la sabiduría de Dios para conducirlo y guiarlo, y Su poder para permitirle hacer lo que debe hacer por Él.