Autores:
  • Y finalmente -no pudo ni quiso evitarlo- el odio a sí mismo embalsamado en su interior se desbordó y brotó a borbotones, brotó de unos ojos brillantes que se hacían cada vez más grises, más furiosos, bajo el borde de su gorra, inundando el mundo exterior como un odio perfecto y vulgar.