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  • La polilla se posó en la cortina y se quedó quieta. Era una criatura asombrosa, con alas blancas y negras estampadas en formas geométricas, alas interiores escarlatas y un cuerpo blanco y gordo con manchas negras que lo recorrían como los botones de carbón de un muñeco de nieve. Ningún ojo humano había mirado antes a esta polilla; nadie vería a sus amigos. Tantos detalles pasan desapercibidos en el mundo.

    Barbara Kingsolver (2008). "Verano pródigo", p.140, Faber & Faber