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  • No había Dios en su corazón, lo sabía; sus ideas estaban aún en ebullición; estaba siempre el dolor de la memoria; el pesar por su juventud perdida; pero las aguas de la desilusión habían dejado un poso en su alma, responsabilidad y amor a la vida, la débil agitación de viejas ambiciones y sueños no realizados...... Y no podía decir por qué la lucha valía la pena, por qué había decidido emplearse a fondo a sí mismo y a su herencia de las personalidades que había superado... Extendió los brazos hacia el cielo cristalino y radiante. Me conozco -exclamó-, pero eso es todo.

    F. Scott Fitzgerald (2016). “This Side of Paradise”, p.222, Xist Publishing