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Después de todo -le había dicho Ana una vez a Marilla-, creo que los días más agradables y dulces no son aquellos en los que sucede algo muy espléndido o maravilloso o emocionante, sino sólo aquellos que traen consigo pequeños y sencillos placeres, que se suceden suavemente, como perlas que resbalan de un hilo.