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  • Bien. Luego teníamos los lirios, que se alzaban hermosos y frescos sobre sus altos tallos, como vidrio soplado, como agua pastel momentáneamente congelada en un chapoteo, azul claro, malva claro, y los más oscuros, terciopelo y púrpura, orejas de gato negras al sol, sombra añil, y los corazones sangrantes, de forma tan femenina que era una sorpresa que no hubieran sido desarraigados hacía mucho tiempo. Hay algo subversivo en este jardín de Serena, una sensación de cosas enterradas que salen a la luz, sin palabras, como si señalaran, como si dijeran: Lo que se silencia clamará para ser escuchado, aunque en silencio.

    Margaret Atwood (1986). “The Handmaid's Tale”, p.153, Houghton Mifflin Harcourt