-
Kumiko y yo sentimos algo el uno por el otro desde el principio. No era uno de esos sentimientos fuertes e impulsivos que pueden golpear a dos personas como una descarga eléctrica cuando se conocen por primera vez, sino algo más tranquilo y suave, como dos pequeñas luces que viajan en tándem a través de una vasta oscuridad y se acercan imperceptiblemente la una a la otra a medida que avanzan. A medida que nuestros encuentros se hacían más frecuentes, no tenía tanto la sensación de haber conocido a alguien nuevo como de haberme encontrado por casualidad con un viejo y querido amigo.