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  • Más tarde, recordaría estos años y se daría cuenta con asombro de que, a los quince, ya había decidido la mayoría de los supuestos que arrastraría durante el resto de su vida: que las personas no eran esencialmente malas, que la perfección era la muerte, que la vida era mejor que el orden y que un poco de caos era bueno para el alma. Y lo más importante, que esta vida lo era todo. Por desgracia, olvidó estas cosas y tuvo que recordarlas por las malas.