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Ser poeta es tener un alma tan rápida para discernir, que no se le escapa ningún matiz de calidad, y tan rápida para sentir, que el discernimiento no es más que una mano que toca con variedad finamente ordenada las cuerdas de la emoción; un alma en la que el conocimiento pasa instantáneamente al sentimiento, y el sentimiento relampaguea como un nuevo órgano del conocimiento.