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  • Inconscientemente, todos tenemos un rasero con el que medimos a los demás hombres, y si examinamos de cerca descubriremos que ese rasero es muy sencillo, y es el siguiente: los admiramos, los envidiamos, por grandes cualidades de las que nosotros mismos carecemos. El culto a los héroes consiste precisamente en eso. Nuestros héroes son hombres que hacen cosas que nosotros reconocemos, con pesar, y a veces con una secreta vergüenza, que no podemos hacer. No encontramos mucho en nosotros mismos que admirar, siempre estamos deseando en privado ser como otro. Si todo el mundo estuviera satisfecho consigo mismo, no habría héroes.