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  • Era posible que la puerta no volviera a abrirse a una mujer en mucho, mucho tiempo, y yo tenía una especie de deber para con las demás mujeres de entrar y sentarme en la silla que se me ofrecía, y así establecer el derecho de otras, muy lejanas en el tiempo y en la geografía, a sentarse en los asientos altos.