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Cuando la depresión o los pensamientos suicidas pesan mucho, lo más difícil es luchar. Mis armas de batalla son la Palabra de Dios, la meditación, la confesión, la comunidad y la adoración. Pero cada noche tomo mi medicación con una oración de agradecimiento porque Dios ha proporcionado este tipo de ayuda a quienes la necesitamos.