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  • Se podría esperar que algunos espíritus más audaces despreciaran la cautelosa moderación de estos tímidos razonadores y pronunciaran con decisión que la Biblia era una falsificación, mientras que la generalidad, profesando creerla genuina, debería, con menos coherencia, estar satisfecha con permanecer ignorante de su contenido, y cuando se les presionara, descubrirían de ninguna manera creer muchos de los detalles más importantes contenidos en ella.

    William Wilberforce (1820). “Practical View of the Prevailing Religious System of Professed Christians ...: Contrasted with Real Christianity ...”, p.237