Autores:
  • Durante demasiado tiempo, la Iglesia ha seguido a Casper, el fantasma amistoso, en lugar de buscar el fuego del Espíritu Santo. Nos hemos vuelto flácidos al pensar en nuestra propia cruz; nos desmayamos cuando pensamos en el sufrimiento o el sacrificio. Queridos, es hora de abrazar el fuego de la Presencia de Dios. Es el fuego que purifica nuestro sacrificio.