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La paternidad es una escuela de humildad. No podemos elegir los rasgos precisos de nuestros hijos, y eso es moralmente importante. Nos enseña lo que William May, un teólogo al que admiro mucho, llama "una apertura a lo no prohibido".
La paternidad es una escuela de humildad. No podemos elegir los rasgos precisos de nuestros hijos, y eso es moralmente importante. Nos enseña lo que William May, un teólogo al que admiro mucho, llama "una apertura a lo no prohibido".