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  • Cuando recuerdo a mis profesores en la escuela, me doy cuenta de que la mitad de ellos eran anormales. . . . Los alumnos de la antigua Austria fuimos educados en el respeto a los ancianos y a las mujeres. Pero con nuestros profesores no teníamos piedad; eran nuestros enemigos naturales. La mayoría de ellos estaban algo trastornados mentalmente, ¡y bastantes acabaron sus días como auténticos lunáticos! . . . Yo me llevaba especialmente mal con los profesores. No mostraba la menor aptitud para las lenguas extranjeras, aunque podría haberlo hecho si el profesor no hubiera sido un idiota congénito. No podía soportar verle.