No intentaremos dar al lector una idea de aquella nariz tetraédrica, de aquella boca de herradura, de aquel pequeño ojo izquierdo ensombrecido por una frente roja y tupida, mientras que el ojo derecho desaparecía por completo bajo una enorme verruga, de aquellos dientes rezagados con brechas aquí y allá como las almenas de una fortaleza, de aquel labio córneo, sobre el cual uno de aquellos dientes se proyectaba como el colmillo de un elefante, de aquel mentón bífido y, sobre todo, de la expresión difundida sobre el conjunto, aquella mezcla de malicia, asombro y melancolía. Que el lector, si puede, se imagine esta combinación.