-
El hombre de guardia solía cambiar de vez en cuando. Una vez, uno de estos hombres, sin darme el menor aviso, sin pedirme siquiera que abandonara la acera, me empujó y me echó a la calle. Me quedé consternado. Antes de que pudiera interrogarle sobre su comportamiento, el señor Coates, que pasaba por allí a caballo, me saludó y dijo: "Gandhi, lo he visto todo. Con mucho gusto seré su testigo ante el tribunal si procede contra ese hombre. Siento mucho que le hayan agredido tan groseramente".