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Los seres humanos nacemos egocéntricos. El cielo truena y los niños creen que Dios está enfadado con ellos por algo que han hecho; los padres se divorcian y los hijos creen que es culpa suya por no ser lo bastante buenos. Crecer significa dejar de lado nuestro egocentrismo por la verdad. Aun así, algunas personas se aferran a esta mentalidad infantil. Por dolorosa que sea su autoflagelación, prefieren creer que sus crisis son culpa suya para creer que tienen el control. Al hacerlo, se convierten en tontos y falsos dioses.