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  • Es bueno que la oración sea el primer asunto de la mañana y el último de la noche. Guárdate de esos pensamientos falsos y engañosos que siguen susurrando: "Espera un poco. Dentro de una hora rezaré. Primero debo terminar esto o aquello". Con tales pensamientos nos alejamos de la oración para dedicarnos a otras cosas que nos retendrán e involucrarán hasta que la oración del día quede en nada.