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  • Las personas que sufren a menudo se encuentran solas. Se echa de menos la risa de los niños, el alboroto de los adolescentes y la preocupación tierna y cariñosa de un compañero que se ha ido. El reloj suena más fuerte, el tiempo pasa más despacio y cuatro paredes pueden ser una prisión. Ensalzo a quienes, con amor y compasión, alimentan a los hambrientos, visten a los desnudos y alojan a los sin techo. El que observa la caída del gorrión no dejará de tener en cuenta este servicio.