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Debemos sufrir. Nuestros cinco sentidos están embotados por un placer desmesurado. La penitencia los agudiza, les devuelve su vitalidad natural y mucho más. La penitencia aclara el ojo de la conciencia y de la razón. Ayuda a pensar con claridad, a juzgar con cordura. Fortalece la acción de nuestra voluntad.