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  • Quien aborrece sus pecados dejará de pecar; y quien los confiesa recibirá la remisión. Un hombre no puede abandonar el hábito de pecar si antes no se enemista con el pecado, ni puede recibir la remisión de los pecados sin la confesión de los mismos. Pues la confesión del pecado es la causa de la verdadera humildad.