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Las distinciones de clase propias de una sociedad democrática no son las de rango o dinero, y menos aún, como suele ocurrir cuando éstas se abandonan, las de raza, sino las de edad.
Las distinciones de clase propias de una sociedad democrática no son las de rango o dinero, y menos aún, como suele ocurrir cuando éstas se abandonan, las de raza, sino las de edad.