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  • Hay una estrecha relación entre una casa llena de posesiones y un corazón lleno de deseos, entre un armario desordenado y una agenda abarrotada, entre no tener dónde poner las posesiones y no tener prioridades para nuestra vida. Son pistas preciosas. Nos recuerdan que debemos ir más despacio, vivir el presente, reducir los deseos que agotan nuestra vitalidad, aclarar las prioridades para poder dedicar nuestro tiempo y atención a lo que más importa. Trágicamente, en el ajetreo de la vida moderna, hemos conseguido dejar atrás una de las verdades más vitales de la vida: a las personas hay que amarlas; las cosas, utilizarlas.