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  • La propia naturaleza no ha previsto el final más airoso para sus criaturas. ¿Qué ocurre con todos esos pájaros que pueblan el aire y el bosque para nuestro solaz? El gorrión parece siempre animado, nunca enfermo. No vemos sus cuerpos tendidos. Sin embargo, hay una tragedia al final de cada una de sus vidas. Deben perecer miserablemente; ninguno de ellos es traducido. Es cierto que "ni un gorrión cae a tierra sin que lo sepa nuestro Padre Celestial", pero, sin embargo, caen.

    Henry David Thoreau (1873). “A Week on the Concord and Merrimack Rivers”, p.236