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Como el destino es inexorable, y no se conmueve ni con lágrimas ni con reproches, un exceso de tristeza es tan insensato como una risa profusa; mientras que, por otra parte, no lamentarse en absoluto es insensibilidad.
Como el destino es inexorable, y no se conmueve ni con lágrimas ni con reproches, un exceso de tristeza es tan insensato como una risa profusa; mientras que, por otra parte, no lamentarse en absoluto es insensibilidad.