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Los frigios eligen un montículo natural, lo atraviesan con una zanja, cavan pasadizos y amplían el espacio interior tanto como permite el lugar. Sobre él construyen un tejado piramidal de troncos sujetos entre sí, que cubren con cañas y broza, amontonando montículos de tierra muy altos sobre sus moradas. De este modo, los inviernos son muy cálidos y los veranos muy frescos.