Cuando era muy joven y trabajé por primera vez en Hollywood, las películas habían creado en mí una única ambición: alejarme de ellas; vivir en el gran mundo fuera de las películas; conocer a gente que creaba sus propias situaciones viviéndolas; que improvisaba sus propios diálogos; cuyos chistes no eran la invención de algún escritor de chistes.