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Ahora, al final de tres años de lucha, la condición de la nación no es la que ninguno de los partidos, ni ningún hombre, ideó o esperaba. Sólo Dios puede afirmarlo.
Ahora, al final de tres años de lucha, la condición de la nación no es la que ninguno de los partidos, ni ningún hombre, ideó o esperaba. Sólo Dios puede afirmarlo.