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Y, sin embargo, el mundo en que vivimos -sus divisiones y conflictos, su creciente brecha entre ricos y pobres, sus aparentemente inexplicables estallidos de violencia- está conformado mucho menos por lo que celebramos y mitificamos que por los dolorosos acontecimientos que tratamos de olvidar. El Congo de Leopoldo no es más que uno de esos silencios de la historia.