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Pero los búhos no son difíciles de encontrar, silenciosos y volando, con sus orejas aplastadas contra la cabeza mientras vuelan y sus enormes alas planeando y aleteando alternativamente mientras maniobran entre los árboles. El búho de la sabiduría de Atenea y el compañero de Merlín, Arquímedes, eran seguramente búhos chillones, no este pájaro de mirada vidriosa, inquieto sobre la rama, sin otra cosa que sangre en la cabeza.