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  • Tan tenazmente debemos aferrarnos al mundo revelado por el Evangelio, que si yo viera a todos los Ángeles del Cielo bajar a decirme algo distinto, no sólo no me sentiría tentado a dudar ni una sola sílaba, sino que cerraría los ojos y taparía los oídos, pues no merecerían ni ser vistos ni oídos.