-
La piedad es el único alivio propio y adecuado del hombre que decae. El que envejece sin esperanzas religiosas, a medida que declina en la imbecilidad, y siente que los dolores y las penas se agolpan incesantemente sobre él, cae en un abismo de miseria sin fondo, en el que cada reflexión debe hundirlo más y más.