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  • Los que habéis sobrevivido a la infancia ya no recordáis cómo era. Creéis que los niños son criaturas enteras, sin complicaciones, y que si los partierais en dos con un hacha, en su interior habría una sola sustancia, un caramelo duro. Pero no es tanto un caramelo duro como una lava hirviente de todo tipo de cosas, una confusión, un desorden. Y una vez que el niño empieza a pensar en este desastre, comienza a desintegrarse como niño y se convierte en otra cosa: un adulto, un animal.