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  • No apeles a la misericordia de Dios Padre en el cielo, hombrecito, porque él no está en casa y nunca estuvo en casa, y no podría importarle menos. Lo que hagas contigo mismo, seas feliz o infeliz -vivas o mueras- es estrictamente asunto tuyo y al universo no le importa. De hecho, puede que tú seas el universo y la única causa de todos tus problemas. Pero, en el mejor de los casos, a lo más que puedes aspirar es a la camaradería con compañeros no más divinos (o igual de divinos) que tú. Así que deja de lloriquear y afróntalo: "¡Tú eres Dios!".