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  • Para algunos de nosotros, el alma reside en la planta del pie y anhela sin cesar la luz, el aire y la autoexpresión. Nuestros pies son nosotros mismos. El tacto del suelo o la alfombra, la hierba o el barro o el asfalto, nos habla alto y claro desde el pie, ese órgano despreciado y humilde tan querido para nosotros como nuestros ojos y oídos.