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  • No es extraño que aquel temprano amor del corazón vuelva a surgir, como sucede tan a menudo cuando el débil ojo se ilumina con su última luz. No es extraño que las fuentes más frescas que el corazón ha conocido en sus desechos burbujeen de nuevo cuando la sangre vital se está estancando. No es extraño que a un anciano moribundo le venga un recuerdo luminoso, como el sol que atraviesa las colinas al final de un día tormentoso; ni que a la luz de ese rayo, las mismas nubes que oscurecieron el día se vuelvan gloriosamente hermosas.