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  • Una inmortalidad terrenal pertenece a un carácter grande y bueno. La historia lo embalsama; vive en su influencia moral, en su autoridad, en su ejemplo, en el recuerdo de las palabras y hechos en que se manifestó; y como cada época aumenta las ilustraciones de su eficacia, puede suceder que sea el mejor comprendido por una posteridad remota.

    Edward Everett (1850). “Orations and speeches on various occasions”, p.576