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  • Si nuestra elocuencia se dirige por encima de las cabezas de nuestros oyentes, no conseguiremos ninguna ejecución. Dirigiendo nuestros argumentos hacia abajo, tenemos la oportunidad de golpear sus corazones, así como sus cabezas. Al dirigirnos a los ángeles, difícilmente podríamos elevar demasiado nuestra elocuencia; pero debemos recordar que los hombres no son ángeles.

    Charles Caleb Colton (1832). “Lacon: Or Many Things in Few Words, Addressed to Those who Think”, p.147