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  • Soñar magníficamente no es un don concedido a todos los hombres, e incluso para aquellos que lo poseen, corre un fuerte riesgo de verse progresivamente disminuido por la disipación cada vez mayor de la vida moderna y por la inquietud engendrada por el progreso material. La capacidad de soñar es una capacidad divina y misteriosa; porque es a través de los sueños como el hombre se comunica con el mundo sombrío que le rodea. Pero este poder necesita la soledad para desarrollarse libremente; cuanto más se concentra uno, más posibilidades tiene de soñar plena y profundamente.