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  • En su lucha por el bien ético, los maestros de religión deben tener la estatura suficiente para renunciar a la doctrina de un dios personal, es decir, renunciar a esa fuente de temor y esperanza que en el pasado puso tan vasto poder en manos de los sacerdotes. En sus trabajos tendrán que valerse de aquellas fuerzas que son capaces de cultivar el Bien, la Verdad y la Belleza en la humanidad misma. Esta es, sin duda, una tarea más difícil, pero incomparablemente más digna.

    Albert Einstein (2011). “Out of My Later Years: The Scientist, Philosopher, and Man Portrayed Through His Own Words”, p.25, Open Road Media