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  • Nuestro Señor Jesucristo, poco antes de su partida, encargó a sus apóstoles que fueran y enseñaran a todas las naciones; o, como lo expresa otro evangelista, que fueran a todo el mundo y predicaran el Evangelio a toda criatura. Esta comisión era lo más amplia posible, y los obligaba a dispersarse por todos los países del globo habitable, y predicar a todos los habitantes, sin excepción ni limitación. En consecuencia, salieron en obediencia al mandato, y el poder de Dios evidentemente obró con ellos.

    William Carey (1792). “An Enquiry Into the Obligations of Christians, to Use Means for the Conversion of the Heathens: In which the Religious State of the Different Nations of the World, the Success of Former Undertakings, and the Practicability of Further Undertakings are Considered,”, p.7