El hecho era asombroso: la raza avanzaba, lo conseguía y mejoraba en todos los sentidos. El progreso a través de errores irracionales y asombrosos, cuya extravagancia empequeñecía los clichés más salvajes del romanticismo, era lo que Kennaston encontraba por todas partes. Todo esto, pues, también estaba planeado de antemano, como lo habían estado todos los sucesos de Storisende, en su insignificante romance; y las marionetas, también aquí, se movían como pensaban por propia voluntad, pero en realidad para servir a un desenlace en el que muchas de ellas no tenían ningún papel o interés personal...