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Creo que los hombres de ciencia, así como otros hombres, necesitan aprender de Cristo, y creo que los cristianos cuyas mentes son científicas están obligados a estudiar ciencia para que su visión de la gloria de Dios sea tan amplia como su ser sea capaz. Pero creo que los resultados a los que cada hombre llega en sus intentos de armonizar su ciencia con su cristianismo no deben considerarse de importancia salvo para el hombre mismo, y para él sólo por un tiempo, y no deben recibir el sello de una sociedad.