Cuánta reverencia siente un hombre noble por sus enemigos -y tal reverencia es un puente hacia el amor-, pues desea a su enemigo para sí mismo, como su marca de distinción; ¡no puede soportar otro enemigo que aquel en quien no hay nada que despreciar y mucho que honrar! En contraste con esto, imagínate al "enemigo" tal como lo concibe el hombre de resentimiento --y aquí precisamente está su obra, su creación: ha concebido al "enemigo malo", al "Maligno", y éste es de hecho su concepto básico, a partir del cual desarrolla luego, como idea tardía y colgante, a un "bueno" --¡a sí mismo!