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No hay marca más segura de una naturaleza baja y no regenerada que esta tendencia del poder a la estridencia y el desenfreno en lugar de la quietud y la reverencia. Para las almas bautizadas en la nobleza cristiana, la mayor esfera de mando no es sino un imperio más amplio de obediencia, que las llama, no a escapar de la santa regla, sino a su plena personificación.